Para comprender ampliamente la psicología de una persona y sus variados comportamientos y trastornos, debemos apelar al concepto de Personalidad. Cualquier enfoque psicológico que deje de lado este concepto termina siendo simplista y reduccionista.

La personalidad se define como el modo en que la persona siente, piensa, percibe, se expresa, se relaciona con los demás, los mecanismos de defensa que utilizamos y los recursos para enfrentar y resolver los problemas que se le presentan.

Tiene su funcionamiento inconsciente y los aspectos más accesibles a la conciencia que reflejan el grado de autoconocimiento que tenemos sobre nuestro modo de ser. Por ejemplo, podemos repetir inconscientemente la conducta de agradar excesivamente a los demás y dejar de lado nuestras propias necesidades y a la vez somos conscientes de rasgos muy notorios como el exceso de responsabilidad.

La personalidad se conforma por la combinación de aspectos genéticos, constitucionales (nuestro biotipo), vinculares (influencias fundamentales de nuestra crianza) y las vivencias y acontecimientos que nos marcaron para conformar nuestros rasgos y atributos. En otras palabras, la personalidad es la suma de: temperamento (herencia y constitución)+carácter (influencia ambiental).

La personalidad se identifica y se describe por estilos predominantes y rasgos discretos que reflejan esa manera personal de ser y comportarse. Estos estilos son constructos conceptuales que permiten identificar atributos y patrones relacionales que se observan en una franja determinada de individuos, es decir, nos parecemos a muchos otros en ciertos atributos y rasgos. Pero a la vez somos individuos con una combinación de rasgos y capacidades que nos hacen únicos y diferentes a los demás. Por ejemplo, una persona puede tener un estilo expresivo-histriónico que le gusta atraer la atención de la gente, ser el centro de las reuniones sociales, pero a la vez puede ser muy reservada con sus problemas personales.

Otro ejemplo que muestra la articulación particular de los rasgos de personalidad. Un individuo puede ser emprendedor, aguerrido, combativo, afirmativo en su ámbito laboral, pero evita conflictos con sus seres queridos.

Cuando la persona es rígida, inflexible, repite comportamientos y modos de relacionarse que son conflictivos, complicados y perturbadores para sí mismo y/o para los demás, que se repiten en forma de círculos viciosos y es muy vulnerable al estrés, ya deja de ser un estilo habitual o “normal”. Se transforma en un Trastorno de la Personalidad

En la gran mayoría de los casos las personas pueden tener ciertos rasgos complicados, pero logran desempeñarse de un modo ajustado y satisfactorio en varios ámbitos de sus vidas. Por ejemplo, una persona es quejosa, infantil y fastidiosa en su vida privada, mientras que en su vida habitual se relaciona correctamente con los demás, realiza su trabajo sin inconvenientes, tiene vida satisfactoria, es decir, “se muestra bien” para el mundo externo.

Al respecto, es común que los individuos con rasgos complicados de carácter muestren su “peor” versión en el ámbito privado, puertas adentro de sus casas, y en las relaciones con el mundo externo se muestren adaptados, agradables y sin generar dificultades con los demás.

Hay personalidades con características que son complicadas para sí mismos y para otros, personalidades con rasgos complicados sólo para sí mismos y otros sujetos con personalidades perturbadoras para los demás y que no reconocen ninguna falla en sí mismos. Estos últimos son los trastornos más graves de la personalidad.

Hay un abanico de trastornos de la personalidad que expresa la variabilidad y complejidad de la psicología humana. Ejemplos: obsesivo, dependiente, ciclotímico, borderline y otros.